top of page

El arte del arte

Arte. Demasiado tiempo perdemos intentando entender qué es el arte. Algo tan subjetivo, emocional y repleto de matices puede suponer una interesante conversación o una terrible disputa. Un concepto con el que no podríamos concebir nuestro presente, ni entender nuestro pasado, ni escribir nuestra propia historia.

Arte rupestre en Altamira (Santillana del Mar, Cantabria) Foto: lugaresconencanto.com

Al igual que ocurre con el concepto del arte, ni siquiera los profesionales se decantan por una definición que determine la cinematografía con exactitud. El cine es concebido como una mezcla de espectáculo, cultura, arte y medio de comunicación, motivo por el cual nos vamos a centrar en él para hablar de la representación del arte, tema que nos ocupa hoy.


Es indiscutible la capacidad artística representativa del cine para expresar y comunicar realidades, experiencias, sentimientos, valores. Una actividad que, desde sus inicios, ha sabido beber tímidamente de las diferentes disciplinas y movimientos artísticos. Juan Francisco González en su obra Aprender a ver cine, detalla que, en la propia elaboración de una pieza cinematográfica, se reúnen otras artes como literatura (guion), poesía (manejo de la palabra como figura estilística provocar emociones), teatro (escenas, personajes), pintura (color, composición, perspectiva), música (banda sonora), fotografía (técnicas fotográficas, enfoque, luz) o arquitectura (decorados, exteriores).


Cuando hablamos de cine, por tanto, hablamos de arte en términos generales. Bien es sabido que, durante el primer tercio del siglo XX, las obras cinematográficas iban acompañadas de obras musicales clásicas -como por ejemplo Tocata y fuga de Bach en la película Fantasía (1940) de Walt Disney-. Incluso hubo una época en la que eran interpretadas en directo para acompañar a las imágenes del cine mudo. Sin ir más lejos, con todos los avances tecnológicos y los cambios que ha sufrido el sector, hoy en día la música continúa siendo uno de sus principales atractivos –y para mí, todo hay que decirlo, el elemento artístico más destacable-.


Las bandas sonoras son compuestas exclusivamente para el film con un valor excepcional aunque la separemos de la propia pieza audiovisual. Incluso en películas mainstream que revientan la cartelera, la composición musical es tan majestuosa y tan mínimamente cuidada que es capaz de llevarnos al universo creado por el compositor en un abrir y cerrar de ojos. Danny Elfman, John Williams, Pascal Gaine, Yann Tiersen, Howard Shore o James Newton Howard son algunos de los compositores que tienen tras de sí verdaderas obras de arte inmersas en películas cinematográficas de diversa índole.


The Gravel Road, track de obligada escucha de la BSO de The Village (2004) de M. Night Shyamalan, compuesta por James Newton Howard


Al igual que la música, hay otras disciplinas que se cuelan en la elaboración de un proyecto audiovisual donde un sinfín de medios humanos, artísticos y técnicos se combinan entre sí. En el caso de la arquitectura, como indica J.M. Costa, algunos de los mejores ejemplos de arquitectura expresionista solo se construyeron en platós para películas como de El gabinete del Dr. Caligari (1920), la ciudad de Metropolis (1927) o El Golem (1920).

Escena de El gabinete del Dr. Caligari (1920) de Robert Wiene


Asimismo, no podemos olvidarnos de la pintura. Esta expresión artística ha tenido una influencia primordial en el nacimiento y en el crecimiento del cine. En palabras de José Luis Borau «el cine devolvió el balón a la pintura prestándole sus encuadres, su iluminación y su movimiento». Ahora bien, ¿qué pasa cuando un autor se basa en otras obras para inspirarse en la propia elaboración de su obra artística? Desde las primeras obras de los hermanos Lumière hasta la actualidad, la influencia de grandes referentes de la pintura en el cine ha sido constante. Incluso se ha convertido en un recurso más en la promoción de películas para descubrir las inspiraciones de los autores de la película para representar su propia historia. Directores como Bigas Luna, Almodóvar, Soffia Coppola o Steven Spielberg (por nombra algunos de los más reconocidos por un espectador medio) han proyectado sus obras bajo la mirada de grandes autores pictóricos. Son simplemente la punta del iceberg de todos aquellos cineastas que absorben de obras icónicas los colores para componer sus escenas.


Recopilatorio sobre la filmografía de Almodóvar y su relación con la pintura (Vídeo: Jorge Luengo Ruiz, VIMEO)

Posiblemente, son esas referencias las que ayudan a que las nuevas creaciones adquieran una mayor profundidad y a que los deseos del propio autor encuentren la manera más poética de llegar al espectador. Teniendo en cuenta de que no hay nada que no se haya relatado antes, las posibilidades a la hora de contar una historia son infinitas y la única diferencia al final reside en la manera en la que se cuenta. Es por ello que las pequeñas pinceladas de originalidad que impregnan la pantalla son los detalles que hacen sobresalir a ciertas obras por encima de las demás.


El problema es que, como espectadores, muchas veces no poseemos la cultura necesaria para identificar todos esos elementos que están elegidos a propósito para simbolizar, significar, transmitir. Y si la tenemos, siempre hacemos una lectura tardía -en las declaraciones de sus responsables, en un artículo especializado o en el visionado de "detrás de las cámaras". Vemos cómo el arte pasa desapercibido dentro del arte. Solo si se trata de una obra contextualizada en el mundo de la pintura, literatura, danza o cualquier otra disciplina, somos realmente conscientes de sus referencias.

Tráiler del biopic de Renoir (2012) de Gilles Bourdos


Lejos de considerar estos gestos como plagios, el cine reinventa a través de los recursos estéticos todo un lenguaje en función de lo que se quiere contar. Pero no es algo exclusivo del cine. Las artes se retroalimentan, se respiran a sí mismas. Todas ellas. Incluso de una espléndida película puede aparecer un libro best-seller o ser objeto de una exposición de diseño gráfico. El poder de sensibilización que soportan las artes es innegable, independientemente de la disciplina utilizada. Sin embargo, nuestra sensibilidad -la de los espectadores- es muy volátil, y aunque el arte inunda las calles, las bibliotecas, los teatros, los museos o incluso las salas de cine, nos olvidamos dejarnos calar por él como si de una lluvia de verano se tratara. Tenemos que recordar que cada una de esas gotas son formas diferentes de expresar, de sentir. Solo siendo receptivos podemos ver el arte en todas sus formas y encontrar nuestro lugar en él.


PD: No podía terminar el post sin mencionar el fenómeno viral del mes que ha puesto a Velázquez y su obra en boca de todos. Es digno de admirar, aunque sea por el esperpento, teniendo en cuenta que si hablamos de arte y medios audiovisuales, no lo podemos pasar por alto.

Vídeo: PlayGround






busca por etiquetas
No hay tags aún.
bottom of page